Alejandro, aDios.
Jesús Tanco Lerga.
Uno
de sus íntimos, Luis Vallés, me da la noticia la noticia en esta gélida mañana
del 13 de febrero: Alejandro ha muerto esta madrugada. Tras un breve
internamiento de tres días en la clínica Montpellier de Zaragoza, después de sufrir un ictus el viernes día 9, se nos ha
ido el maestro de la peregrinación, el amigo que como dice el lema de la ciudad
en que nació en 1924, Sangüesa, nunca
faltó cuando el deber le requirió y sobre todo, cuando peregrinos,
estudiosos y compañeros le pedían algo relacionado con el Camino de Santiago.
Yo he sido uno de los que he aprovechado su saber, su sentir, su querer a la
Peregrinación Jacobea. Y ahora, dolorido y agradecido, creo que como todos sus
amigos del alma, hemos de corresponder a su generoso legado.
Nacido a unos pocos metros de la sangüesina iglesia de
Santiago, en un hogar tradicional y cristiano donde los haya y me consta así
con don Juan sacerdote, sus hermanas a las que conocí Asun y Presen, y Antonio
recién fallecido también y a los que
quería con locura, lo mismo que a sus sobrinos, que le han acompañado en sus
últimas horas. Profesó en los padres Capuchinos, en cuya orden fue Diácono
esclarecido. Estuvo en el convento de Rocamador de Estella, bajo la misma
advocación mariana que la de su ciudad natal, hasta que un incendio el 15 de
mayo creo que en 1955, arrasó el edificio-seminario. Ejerció su saber y su buen
trabajo en una larga estancia en el convento de Tudela, y donde ya con otro destino, aguas abajo del Ebro, año
tras año, nunca faltaba a la procesión
de Santiago el día de su fiesta mayor. También trabajó , en Lecároz, en la
comunidad que atendía uno de los mejores colegios-internados que ha habido en
España, Nuestra Señora del Buen Consejo, y que su cierre le hizo sufrir sobremanera.
Animado por sus superiores, cuando se encontraba precisamente en Tudela,
emprendió los estudios universitarios en la Universidad de Zaragoza donde
terminó la carrera de Filología Hispánica en 1974. Con las debidas oposiciones,
ocupó plaza en institutos zaragozanos donde dio clase de Lengua, de Latín y de
Cultura Clásica. En mis últimas visitas y muy recientes, apenas unas semanas,
he visto su biblioteca espléndida a la que quería dar utilidad posterior, y
comprobado el alto grado de cultura que encerraban aquellos libros de cabecera,
incluidas las nueve revistas jacobeas completas que en su celda-habitación, de
la comunidad capuchina de San Antonio, Torrero, en Zaragoza, apenas cabían.
Desde el año santo de 1971 ha sido militante activo en el
camino de Santiago. Ese año, con jóvenes universitarios como Javier Zubiaur
y José Mª Porres, a los que se adosaron
otros, hizo la peregrinación desde el 27 de junio hasta el 21 de julio, que
reflejó en su excelente libro Herru
Sanctiagu (Zaragoza, 1976). De ahí a su última peregrinación completa a pie,
a sus 90 años como reflejó Heraldo de Aragón, no faltó un año a la cita
compostelana. En su última estancia en la ciudad del Apóstol con motivo del
Congreso de Hospitaleros hace dos meses sufrió una caída que perjudicó su
salud; año tras año, paso a paso, con amigos
de verdad de la Asociación de Zaragoza que fundó en 1987, de la de Navarra de
la que era socio de primera hora, de amigos más jóvenes, siguió peregrinando y
acrecentando sus conocimientos del Camino y de su sentido auténtico. Lo reflejó
este espíritu en sus sucesivos libros y estudios como Te
vienes a Santiago (Zaragoza, 1990), y en el precioso libro que tuve el
honor de prologar, Vivencias Jacobeas
(Pamplona, 2004) Coautor con José Garrido de El Camino de Santiago por el valle Medio del Ebro (Madrid-Zaragoza,
2005), es autor de monografías
interesantes de diversos aspectos de la peregrinación, así como de ponencias y
comunicaciones a los diferentes congresos y jornadas a las que fielmente
acudía. Quiero recordar especialmente su ponencia Camino de Santiago, camino de peregrinación, en el Congreso General
Jacobeo de Pamplona, en 1996, que tuvo por lema que está hecho a la medida de
Alejandro, Anden los que saben; sepan los
que andan. Él anduvo sabiendo, y supo andando. Dio sentido a sus pasos, caminó
con gran vitalismo y buen humor, incluido su fino gusto gastronómico, hizo y convivió con muchos amigos, y aún
abrigaba esperanzas de acercarse Santiago en Primavera con Javier Chourraut, ex
alcalde de Pamplona cuando la célebre marcha municipal de 1988. Me vienen a la
cabeza tantos y tantos amigos en el camino que los he conocido por él: Pedro,
también su sobrino; Enrique, con su ojo clínico; Luis, ya nombrado; Evaristo;
Lola…Los presidentes y directivos de la
zaragozana asociación, José Ramón, José María, Fernando y muchos más, como el
entrañable Giuseppe, a quien acompañó el año pasado en su boda en Austria, que han valorado el papel decisivo dentro y
fuera de Aragón. En fin, un entramado de amigos, que junto a expertos y
promotores de asociaciones, como los también llorados Elías Valiña, Andrés
Muñoz D. Jaime García, D. Genaro Cebrián, y múltiples amigos como los que formamos parte
de asociaciones en las que participó, y Javier Navarro o Braulio Valdivielso, Agustín
Dosil, los dirigentes de Federaciones y entidades jacobeas, en especial la
Archicofradía de Santiago por la que sentía como Hermano Mayor que era, una
predilección y que seguro le recordarán en la misa del último sábado de mes.
Entre los reconocimientos y distinciones que tuvo, y que
con no poca resistencia aceptó está el homenaje que le rendimos a Alejandro la asociación de Amigos de Navarra junto a la
de Zaragoza, en su ciudad natal hace un par de años. Fue con sencillez propia
de un buen hijo de san Francisco pero con todo el cariño del mundo, una
demostración de afecto ante él, dotado de un corazón grande y vigoroso. Supo
distinguir entre quienes servían al camino o se servían de él. Hizo
aportaciones muy oportunas y acertadas acerca de la credencial del peregrino, de las rutas
viables o no, –hizo prácticamente todas
las españolas, y también alguna en el extranjero. Ahí quedan sus artículos,
escritos en buena pluma, sus escritos acertados, y en mi caso, una rica
correspondencia. Hizo sus pinitos literarios, por ejemplo en La chica del expreso (Zaragoza, 1984),
firmada con seudónimo, y soñaba con la próxima publicación que había preparado
de Diez cuentos, narraciones breves,
que había seleccionado, con alguna inédita y otras publicadas; escribió con excelente prosa en diferentes lugares –revista Pregón, Estafeta Jacobea, Peregrino,El Mensajero, Compostela y no digamos en el boletín
mensual que inició, de la asociación de Zaragoza. Nada desdeñable es también su
tarea de investigaciones filológicas y literarias, como El Lobo de Gubio lobo o loba. Una interpretación alegórica,
(Estudios Franciscanos, 1979), o ¿Es
original de Berceo la introducción a los milagros de Nuesta Señora?
(Instituto de Estudios Riojanos, Logroño, 1974). Con humildad franciscana, y
específicamente capuchina aceptó cargos o cargas dentro de la orden como la de
Administrador del colegio anexo al convento, o su día semanal de portería que rigurosamente desempeñaba. Supo
servir fiel a sus ideales religiosos, patrióticos y culturales, como español navarro
de pro, como integrado en su Aragún
querido y que visitaba a la Virgen del
Pilar a diario, como universal peregrino a Santiago, como profesor de
magisterio probado, como escritor de pluma ágil, como religioso diácono
capuchino fiel a su misión, como hermano y tío en la familia Uli-Ballaz, como
para muchos de nosotros, más que un amigo, en todas sus facetas ha ejercido Alejandro, la virtud de la fidelidad con lealtad. Alejandro,
te has ido a Dios y desde arriba sigue echándonos una mano. Mañana día 14 de
febrero, a las once y cuarto en San Antonio de la calle Cuéllar, en Zaragoza,
rezaremos por ti, y por el descanso que sin duda has
merecido después de tu intenso caminar. JTL.
Pamplona,
13 de febrero de 2018.