El Servicio de Patrimonio
Histórico del Gobierno de Navarra ha finalizado ya la restauración del retablo
mayor de San Vicente de Sada, que presentaba mal estado de conservación, tanto
por la suciedad acumulada como por las consecuencias del robo sufrido hace más
de tres décadas, y de un incendio que afectó al cuerpo superior. El coste de
los trabajos ha ascendido a 29.140 euros.
Se trata de una obra de estilo romanista, realizada en 1.630 por el ensamblador Juan de Huici y el escultor Juan de Berroeta. El posterior proceso de pintura y dorado se prolongó durante un periodo de tiempo largo, en el que participaron diferentes maestros (Cristóbal Carrasco 1646; Juan Carrasco, 1656; Juan de Olmos, 1674; y Martín de Cizur, 1700), que crearon uno de los conjuntos de policromía a punta de pincel sobre estofados y esgrafiados "más ricos" que se conserva en Navarra. El retablo fue inscrito en el Inventario de Bienes Muebles de Patrimonio Histórico Español.
La iglesia de San Vicente de Sada, donde se ubica el retablo, domina la población desde lo alto, destacando su potente torre exenta. En el interior, ha destacado el Gobierno navarro en un comunicado, el ajuar no es grande, pero llama la atención el buen estado de lo que en ella se conserva.
El retablito de Santa Lucía fue restaurado en el año 1994 con una ayuda del Gobierno de Navarra del 50 por ciento del presupuesto, que ascendió a 150.000 pesetas.
RESTAURACIÓN DEL RETABLO MAYOR
En 1981 los ladrones se llevaron 11 relieves del retablo mayor y de su sagrario. En el caso del retablo, las faltas producidas se solventaron colocando papel pintado y tableros. Para el sagrario se encargaron reproducciones.
El Archivo Uranga conservaba imágenes anteriores al robo, donde es posible ver todas las escenas desaparecidas. Ello ha posibilitado recrear las escenas robadas de modo que sea posible la lectura iconográfica del banco del retablo.
La pieza tiene traza arquitectónica de banco, dos pisos y ático rematado por tres frontones. La escultura sigue mostrándose deudora de Juan de Anchieta, especialmente los temas de La Pasión, si bien las escenas de los martirios de San Vicente y San Lorenzo y la figura de San Francisco muestran un nuevo aliento naturalista.
Juan de Huici, ensamblador y arquitecto, vecino de Lumbier, desarrolló una intensa actividad artística en Navarra desde Tudela a Ituren; llegó también hasta Guipúzcoa, donde realizó el retablo de Oiartzun. Mantuvo una colaboración continuada con el escultor de Sangüesa Juan de Berroeta, que dio fruto en los retablos de Tabar, Sada, Liédena, San Pedro de Gallipienzo y Ustárroz. Los trabajos de ensamblaje corrían a cargo de Huici y la escultura de Berroeta, formando un tándem bien conjuntado.
La actividad de Juan de Berroeta, escultor de Sangüesa, se documenta a lo largo de cincuenta años (1589-1639). Cuñado del escultor Jorge de Flandes, su obra es muy amplia. Se inició junto a su suegro, Nicolás de Berástegui, tambiés escultor. Realizó obras en Aragón, y más tarde centró su actividad en Navarra, colaborando en repetidas ocasiones con el escultor Juan de Alli y el ensamblador Juan de Echenagusia.
Fruto de esta relación fue el retablo mayor de Ujué, que se incendió y del que no quedan más que algunas figuras, y el retablo de San Vicente de Sangüesa, obra importante. La última fase de la actividad del artista viene definida por la colaboración con el ensamblador Juan de Huici, que fructificará en los retablos de Liédena, Sada y Uztarroz, terminados antes de 1630.
Se trata de una obra de estilo romanista, realizada en 1.630 por el ensamblador Juan de Huici y el escultor Juan de Berroeta. El posterior proceso de pintura y dorado se prolongó durante un periodo de tiempo largo, en el que participaron diferentes maestros (Cristóbal Carrasco 1646; Juan Carrasco, 1656; Juan de Olmos, 1674; y Martín de Cizur, 1700), que crearon uno de los conjuntos de policromía a punta de pincel sobre estofados y esgrafiados "más ricos" que se conserva en Navarra. El retablo fue inscrito en el Inventario de Bienes Muebles de Patrimonio Histórico Español.
La iglesia de San Vicente de Sada, donde se ubica el retablo, domina la población desde lo alto, destacando su potente torre exenta. En el interior, ha destacado el Gobierno navarro en un comunicado, el ajuar no es grande, pero llama la atención el buen estado de lo que en ella se conserva.
El retablito de Santa Lucía fue restaurado en el año 1994 con una ayuda del Gobierno de Navarra del 50 por ciento del presupuesto, que ascendió a 150.000 pesetas.
RESTAURACIÓN DEL RETABLO MAYOR
En 1981 los ladrones se llevaron 11 relieves del retablo mayor y de su sagrario. En el caso del retablo, las faltas producidas se solventaron colocando papel pintado y tableros. Para el sagrario se encargaron reproducciones.
El Archivo Uranga conservaba imágenes anteriores al robo, donde es posible ver todas las escenas desaparecidas. Ello ha posibilitado recrear las escenas robadas de modo que sea posible la lectura iconográfica del banco del retablo.
La pieza tiene traza arquitectónica de banco, dos pisos y ático rematado por tres frontones. La escultura sigue mostrándose deudora de Juan de Anchieta, especialmente los temas de La Pasión, si bien las escenas de los martirios de San Vicente y San Lorenzo y la figura de San Francisco muestran un nuevo aliento naturalista.
Juan de Huici, ensamblador y arquitecto, vecino de Lumbier, desarrolló una intensa actividad artística en Navarra desde Tudela a Ituren; llegó también hasta Guipúzcoa, donde realizó el retablo de Oiartzun. Mantuvo una colaboración continuada con el escultor de Sangüesa Juan de Berroeta, que dio fruto en los retablos de Tabar, Sada, Liédena, San Pedro de Gallipienzo y Ustárroz. Los trabajos de ensamblaje corrían a cargo de Huici y la escultura de Berroeta, formando un tándem bien conjuntado.
La actividad de Juan de Berroeta, escultor de Sangüesa, se documenta a lo largo de cincuenta años (1589-1639). Cuñado del escultor Jorge de Flandes, su obra es muy amplia. Se inició junto a su suegro, Nicolás de Berástegui, tambiés escultor. Realizó obras en Aragón, y más tarde centró su actividad en Navarra, colaborando en repetidas ocasiones con el escultor Juan de Alli y el ensamblador Juan de Echenagusia.
Fruto de esta relación fue el retablo mayor de Ujué, que se incendió y del que no quedan más que algunas figuras, y el retablo de San Vicente de Sangüesa, obra importante. La última fase de la actividad del artista viene definida por la colaboración con el ensamblador Juan de Huici, que fructificará en los retablos de Liédena, Sada y Uztarroz, terminados antes de 1630.